“No hay sistema defensivo ni entrenador que le pare. Hay que limitarle de otra manera. Ayudas, cerrar pasillos, pero aún así no se puede. El talento no se defiende. Si está bien, Messi es imparable”. Lo sabía Guardiola, que no se cansó de repetirlo en una abarrotada del Camp Nou el día previo. Pero ni él, que le hizo gigante, supo pararlo.
Messi, al que se le intuía más excitado que nunca -muchos le acusan de ser la causa de la decisión de Guardiola de marcharse de Can Barça-, decidió cuándo y cómo quiso hincar el diente al Bayern esta noche. Y lo decidió exactamente cuando quedaban diez minutos de partido. Primero marcó con un latigazo con su bendita pierna izquierda desde la frontal del área